diumenge, 10 de gener del 2010

ROBERT WILSON, NEGRA LISBOETA


En el piso de la profesora la penumbra me había hecho creer que la noche estaba más cerrada de lo que era en realidad. Crucé el Largo Dona Estefânia, donde Neptuno en su fuente buscaba la eternidad a lomos de sus delfines y encaminé mis pasos hacia la Rua Almirante Reis y la estación de metro de Arroios. Las calles estaban vacías y no había tráfico. Los altos árboles reposaban inmóviles en el calor del anochecer y no había un solo niño en el parque Arroios, ni siquiera una pareja de vejetes jugando a cartas, tan sólo palomas. Era como si la población supiera algo que yo desconocía y hubiese desaparecido del mapa.


ROBERT WILSON, "Sólo una muerte en Lisboa".

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