dimarts, 16 de febrer del 2010

EÇA

Sentado en el borde del asiento, con las manos en las rodillas, Artur, a través de los cristales empañados, miraba con avidez las fachadas de las casas, los letreros de las esquinas, la extensión de las calles. Unos gallegos cenorvados bajo el peso de un barril chapoetaban en el barro, la gente pasaba encogida bajo los paraguas. Se asustó al ver de repente los arcos del Terreiro do Paço, el río, los mástiles de las escuadras. Por la Rua da Prata iba leyendo con avidez los rótulos de las tiendas. ¿Quien viviría en aquellas altas casas, todavía cerradas? Seguro que a aquella hora, los periodistas y las duquesas aún dormían, despúés de la agitación intelectual y amorosa de la noche... Una inmensa felicidad llenó de súbito su pecho.

LA CAPITAL, Eçà de Queirós. Acantilado.

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